Home / De la mano de Víctor Calzado: saber perder es difícil, pero más complicado es saber ganar

En esto del poker, estamos acostumbrados, desde pequeñitos, a leer gran cantidad de artículos, libros, ver vídeos y cualquier tipo de formato de transmisión de conocimiento acerca de los efectos «nocivos» de la varianza.

De cómo nos puede afectar en nuestro juego diario, en nuestra relación con el juego en general, en la toma de peores decisiones o líneas imaginativas intentando «escapar» de la bestia.

Está claro que todos estamos pensando en este momento en la varianza negativa, esa a la que todo el mundo hace referencia diciendo la EV me debe…Pero claro, qué pasa con la varianza «a favor»: ¿Es peligrosa? ¿Sabemos gestionarla? ¿Dejamos que afecte a nuestras decisiones? Las respuestas cortas son: sí, no y sí. Ahora elaboraremos en conjunto una respuesta larga a estas preguntas.

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Como norma general, nuestro cerebro, si no lo tenemos bien educado, tenderá a asumir que la varianza negativa es la culpable de la mayor parte de nuestras pérdidas, sin considerar que hayamos podido tomar malas decisiones o haber cometido algún error puntual grave. Seguro que muchos habéis oído o incluso dicho aquello de «estoy jugando mejor que en años y me está friendo el chino», ¿verdad?

Cuando las cosas vienen de cara después del «ya era hora» o del «me lo merecía», incluso del «me lo he trabajado con paciencia», cosas que pueden ser total o parcialmente ciertas, después -en muchos casos- llega el subidón y empiezan los problemas. «Mi nivel empieza a marcar diferencias». «Yo he nacido para esto». «Debería plantearme seriamente vivir de esto». «No sé si mudarme a…» y todo tipo de frases poco meditadas decoran las mentes y las bocas de muchos jugadores recreacionales y semiprofesionales, entendiendo los segundos como los que sacan un piquillo con el poker y se molestan en trabajar en su juego.

En torneos es cierto que el nivel marca diferencias, pero muchas menos de las que nos gustaría. Nacer para esto han nacido pocos y se les nota cuando se les ve jugar. Sus gráficas a lo largo de su trayectoria… vamos, que no es cuestión de dos buenos días ni de dos pinchazos o sesiones espectaculares. Lo de vivir y mudarse puede convertirse en un infierno. No es cuestión de desanimar al personal, pero como dice el título de la entrada debemos ser muy sinceros cuando evaluamos nuestras capacidades y definimos nuestras expectativas.

Como estamos hartos de oír alrededor del futbol: ni cuando perdemos somos tan malos ni cuando ganamos somos tan buenos. Incluso, en trayectorias más que decentes en el largo plazo debemos tener cuidado cuando nos planteemos pegar un salto de esa magnitud.

Cierto, es un caso extremo, y seguramente poco representativo, pero se da con más frecuencia de la que nos gustaría. En estos casos conviene tratarse a uno mismo como un negocio, hacer «un estudio de mercado». Establecer qué cantidades necesitamos para vivir y para jugar incluso en los peores momentos y ser realistas con nuestras posibilidades de escalar niveles. Jugar un determinado número de horas, estudiar otro número de hora o tener una vida fuera de las mesas -algo muy importante-; una gran cantidad de cosas influyen en nuestros resultados y deben condicionar nuestra decisión, o eso he leído o me han contado amigos que viven o quisieron vivir de esto.

Sí, ya sé que esas cosas sólo le pasan a gente que sobrevalora sus posibilidades, muchas veces muy jóvenes y faltos de experiencia, que lo ven todo muy fácil y que pierden contacto con la realidad, es verdad, se me olvidaba ese detalle, no sé a cuento de qué he contado esto.

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Mi experiencia personal y la de mis círculos más cercanos está más próxima a la realidad cotidiana de muchos de nosotros: un pinchazo nos hace subir de nivel muchas más veces de las que deberíamos. Descontrolamos la banca y a veces se nos esfuma tan rápido como vino. Intentamos jugar más horas, más torneos, más caros y, claro, los problemas se disparan. Nos cuesta tener controladas tantas mesas, estamos mucho más cansados, en cierto punto nos preocupamos por el buy-in del torneo cuando ya estamos jugando y entramos en barrena, caemos en picado hacia el infierno de varianza que habíamos «dejado atrás».

Con mucha frecuencia aparecen las jugadas de mago. Las ampliaciones de rango para explotar al rival, los movimientos que no funcionaban del todo vuelven al arsenal, porque ahora somos mejores y ya los dominamos, con lo que no sólo somos un jugador que juega más, nos convertimos de repente en otro jugador, otro jugador al que, por cierto, es muy probable que no conozcamos.

En realidad todo ese conjunto de decisiones nos lleva a salir de nuestra zona de confort y enfrentarnos a demasiados cambios de golpe. Aunque parezca que pueden funcionar, e incluso les funcionen a algunos, hemos creado la climatología necesaria para una tormenta prefecta.

Cuando las cosas se tuercen es muy probable que el tilt aparezca, pero que, en un principio, se manifieste como una falta de respeto absoluta hacia el resto de jugadores: «nos ganan porque tienen suerte», «es increíble lo que pueden hacer», «no me lo puedo creer» y un largo etcétera.

Cuando ha aparecido el tilt, lo primero que nos ocurre es que ni nos enteramos de que estamos en ese estado, realmente lo estábamos antes de empezar con nuestra estrategia, la euforia también produce tilt.

Subidos en nuestra montaña rusa particular empezaremos un viaje que en gran parte de los casos nos va a llevar a devolvernos encima: saltos de nivel de nuevo, pérdidas de disciplina en paralelo a las pérdidas en nuestro bank, pérdida poco a poco de confianza y de vuelta al principio, negatividad, dudas sobre la sala, sobre los jugadores, sobre el juego.

Un pequeño pinchazo, que no compensa todo lo negativo, nos puede hacer subir de nuevo y luego volvemos a bajar, y volvemos a subir hasta que el viaje termina muchas veces con daños en nuestro bank, en nuestro ego y en nuestro mundo.

Parece un comportamiento poco racional, de alguien sin la experiencia necesaria que sobrevalora sus posibilidades, que tiene una visión algo distorsionada del juego.
Como podéis ver, muchas veces no somos tan diferentes del resto a la hora de gestionar de forma desastrosa nuestras expectativas. La única diferencia puede estar en las consecuencias del error a largo plazo y ni eso. Tampoco es una catástrofe tener que asumir que no era el momento adecuado para intentar la aventura de nuestra vida.

Cuando pegamos un pinchazo o un par de pinchazos, o incluso cuando empezamos a dominar con solvencia un nivel, nuestro «deber» es mantener los píes en el suelo, planear con cuidado nuestros paso e ir extendiendo poco a poco nuestra zona de confort. Los saltos temporales de nivel con objetivos que no se basen en «dinero ganado», pruebas graduales de ampliación de rango, de movimientos que no utilizáramos, de cualquier cosa que nos parezca apropiada, ampliar número de mesas, extender un poco las sesiones o hacer alguna más, pero siempre manteniéndonos centrados, porque las pequeñas expectativas, a veces, pueden hacer tanto daño a nuestro juego como las grandes. Simplemente lo harán de manera distinta.

No pretendo con esto desanimar a nadie a tomar riesgos, ni a plantearse según qué cosas, pero sí me gustaría contribuir a que en esos momentos se mantuviera la cabeza fría y se planificaran las cosas como hacemos casi con cualquier otra cosa en la vida.

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