Artículo original de Leo Margets.
Estoy escribiendo desde Manchester en donde estoy participando en un curso de inteligencia emocional. Es un curso de una semana de duración tras el cual haré un examen y después estaré en disposición de enseñar ese mismo curso por mi cuenta. Es una materia que me interesa, y algo sobre lo que quiero escribir una vez que termine el curso.
Ahora mismo, sin embargo, déjame que te hable sobre una experiencia interesante que he tenido recientemente – una de esas emocionales, en realidad.
Acabo de completar mi primera carrera en aguas abiertas, hace tan solo unos días, en Cadaqués, en la costa este de España. Ellos lo llamaron «marnaton» – que procede de combinar la palabra mar, natación y maratón. Fue toda una experiencia.
Nadé siete kilómetros en el mar con el agua muy fría y con mucho oleaje. No fue fácil, he de decirte. Y me llevó mucho tiempo – como 2 horas y 20 minutos. Pero cuando acabé la prueba me sentí satisfecha y feliz, que es a lo que me refiero cuando digo que es una experiencia emocional.
Desde que corrí mi último maratón en 2013 no me he propuesto ningún gran reto físico – me refiero a algo como esto, para el cual necesitas algunos meses de preparación. Creo que es bueno para mí tener este tipo de proyectos en mente, porque me ayuda a centrarme no solo en la meta que quiero conseguir si no también me ayuda a organizar mi vida.
Me encanta el proceso de entrenamiento y preparación, y cuando hago alguna tarea física como el deporte existe esa satisfacción añadida de llegar a ver los resultados. Me hace sentir bien a corto plazo y a largo plazo. Me gusta darme la oportunidad de un reto de esta magnitud una vez al año, y probablemente es bueno que no lo haga más a menudo puesto que podría ser más estresante y no tan gratificante.
Cuando practico alguna actividad deportiva no necesito necesariamente competir con el resto para divertirme, a pesar de que puede ayudar a la hora de la motivación. El simple hecho de marcarme una meta y tratar de conseguirla es, a menudo, suficiente para mí, como en el marnaton donde sabía que solo iba a terminar la prueba, independientemente de la dificultad que entrañase. Fue como ir a hacer un examen y llevarlo tan bien preparado que sabes que lo vas a aprobar.
Cuando llegue a este examen en particular, por supuesto que no sabía cuando tiempo me iba a llevar aprobarlo.
Había unos 700 nadadores en la carrera, y durante la carrera casi siempre fui en el pelotón de cola .
La primera hora fue realmente buena, y parecía que iba rápida, en parte por culpa de la adrenalina.
Pero después, durante la segunda hora, el mar empezó a agitarse y a veces sentía como que no estaba avanzando en absoluto. Tenían guías en kayaks alrededor de nosotros para mantenernos por el recorrido, lo cual estuvo bien ya que era fácil desorientarse. También había muchas medusas, lo que me puso un poco nerviosa aunque fui capaz de evitar el pánico, en parte porque el traje me ayudó a sentirme protegida.
Más tarde comenzó a dolerme el hombro izquierdo, pero fui capaz de seguir adelante. Nadar es muchísimo mejor para el cuerpo que correr, en realidad. Es menos lesivo físicamente, y natural en cuanto a los movimientos que haces.
En general me quedé contenta de haber acabado la carrera, y como digo estaba indescriptiblemente feliz después de completarla.
Ahora, sin embargo, voy a seguir aprendiendo más acerca de lo que nos hace felices completando el curso de inteligencia emocional.
Te contaré más cosas sobre ello más adelante, después de que cruce otra línea de meta.
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