Qué Hacer para Jugar de Forma Responsable
Jugar debe ser, por definición, divertido, y esto se aplica también y especialmente a los juegos de azar. Las apuestas aumentan el grado de implicación que se tiene en el juego y lo hacen mucho más emocionante y divertido, siempre y cuando no se sobrepasen ciertos límites y se juegue siempre de forma responsable y consciente.
Veamos qué comportamiento debe tener todo jugador para jugar de forma responsable.
Considera el juego como un gasto de entretenimiento y no como una forma de obtener ingresos
El objetivo del juego es divertirse. Si fuera una forma de ganar dinero, sería una inversión o un trabajo. Ver cómo aumentan las ganancias puede hacer pensar que con el tiempo se puede acumular una suma considerable con la que realizar sueños o planes, pero es sólo una ilusión.
Los juegos están diseñados matemáticamente de tal manera que, a la larga, los casinos siempre ganan, no los jugadores: las probabilidades de ganar son siempre y en todo caso desfavorables al jugador. El azar y la suerte pueden anular temporalmente estas probabilidades, pero no se puede confiar en ellos.
Por supuesto, hay quienes han hecho del juego una profesión, pero un jugador profesional suele tener las «espaldas cubiertas» por contratos de diversa índole y juega en circuitos diferentes a los de los aficionados.
La cantidad que uno juega debe considerarse un gasto para su propio entretenimiento, al mismo nivel que lo que uno puede gastarse en ir al cine, a un concierto o en comprar un videojuego. El placer lo da el juego en sí, por las emociones que despierta, no por la cantidad ganada o perdida.
Asigna una cantidad al juego y no la sobrepases, aunque pierdas
Para apostar de forma responsable, uno debe fijarse unos límites acordes con su capacidad de gasto. Por supuesto, las emociones son siempre más intensas cuanto más altas son las apuestas, pero esta importancia cambia de una persona a otra y uno debe ser consciente de sus propias capacidades.
Es importante fijar un presupuesto para el juego y ceñirse a él, reconociendo cuándo ya no se está en condiciones de ganar y evitando pensar en recuperar las pérdidas.
Como decíamos unas líneas más arriba, el dinero que apostamos es un gasto para nuestro entretenimiento, no una inversión. El dinero que destinamos al juego debe considerarse como «perdido» y de esta forma apreciaremos aún más cualquier ganancia que consigamos.
Intentar recuperar lo perdido suele ser una de las formas más seguras de perder más dinero. Hay que evitar pensar en estos términos, que a menudo llevan a pedir préstamos con la convicción de que se podrán devolver y que en cambio sólo conducen a un mayor endeudamiento.
Juega cuando puedas divertirte
Aunque la suerte es un componente importante, en cada partida se requiere cierta velocidad de pensamiento. Cuando se juega en un estado psicofísico inadecuado, como en el caso de un consumo inmoderado de alcohol o sustancias estupefacientes, además de difícilmente poder jugar al máximo, también se pierden muchas inhibiciones, con el resultado de que a menudo no se sopesan cuidadosamente las probabilidades y se acaba perdiendo el dinero.
Del mismo modo, si uno se encuentra en un estado de estrés, ansiedad o depresión, sin duda no es recomendable jugar, no sólo por las dificultades que uno puede tener para tomar las decisiones correctas. En efecto, jugar puede ser divertido y ofrecer una distracción, pero también puede amplificar nuestras emociones negativas.
Además, cuando se experimentan estados mentales negativos, es importante afrontarlos adecuadamente buscando el apoyo apropiado en lugar de escapar de ellos refugiándose en el juego u otras actividades anestesiantes y que lo abarcan todo.
Dedica un tiempo adecuado al juego
Jugar es divertido, pero no puede ir en detrimento de las demás actividades de nuestra vida cotidiana. Es importante poner límites no sólo al gasto, sino también al tiempo. A veces uno no se da cuenta del tiempo que pasa jugando, ya sea en una sola sesión o a lo largo del día.
Es importante no reducir la propia vida al mero juego y reconocer rápidamente los síntomas de adicción que puedan surgir. En general, hay que intentar mantener las aficiones y las relaciones personales, y si uno se da cuenta de que las está descuidando en favor del juego, tomar medidas.
No te avergüences de hablar de ello si lo necesitas
Hablar de la pasión que uno siente por el juego nunca debería ser motivo de vergüenza. ¿Por qué avergonzarse de algo que nos gusta, si se hace con responsabilidad? Hablar de ello con otras personas puede ayudarnos a comprender si nos estamos excediendo en términos de tiempo o gasto o si estamos desarrollando una adicción al juego.
E incluso si nos encontramos en esta situación, buscar ayuda profesional no debe verse como un fracaso o una derrota personal: pedir ayuda es un paso que requiere más fuerza y valor que guardárselo todo dentro y es, sin duda, un primer paso hacia la victoria.