Los casinos más antiguos del mundo: ¿dónde surgió la pasión por el juego?
Es cierto que el origen de los juegos de azar se remonta a tiempos inmemoriales y que su presencia se ha mantenido intacta a lo largo de la historia de casi todos los pueblos en todas las partes del mundo; sin embargo, sabemos con bastante exactitud cuáles fueron las primeras casas de juego legales y oficiales que dieron paso a la época dorada de los casinos.
El origen de todo, muchísimo tiempo antes de que Las Vegas existiesen, se sitúa en la bella Italia.
El casino de venecia: el más antiguo del mundo
Aunque durante gran parte de la historia del Viejo Continente no era difícil encontrar locales no oficiales en los que poder jugar, por lo general en los llamados tablajes o en garitos de mala reputación, podemos afirmar que la primera casa de juego legal en el mundo se abrió en Venecia en 1638.
La ciudad de los canales era, en aquel momento, el centro neurálgico económico y cultural, sobre todo en el período de carnaval en el que esta ciudad se convertía en el destino elegido por una gran multitud de personas adineradas de toda Europa. Por esta razón, fue necesario ofrecer un lugar seguro y salvaguardado en el que poder llevar a cabo estos juegos.
Marco Dandolo fue el primero que se dio cuenta de esta necesidad y ofreció su palacio de la Calle del Ridotto con vistas a obtener la primera licencia oficial para un salón de juego. Y así fue como se inauguró oficialmente lo que recordamos como el Casino del Ridotto, escenario de veladas muy elegantes en las que se reunían personas de alto poder adquisitivo e, incluso, de diferentes clases sociales, ya que, gracias a las máscaras, en aquel salón también se garantizaba el anonimato de quien allí jugaba.
En la actualidad, el salón del Ridotto es un destino turístico muy próximo a la Piazza San Marco, aunque el casino se trasladó hace tiempo al Palacio de Ca’ Vendramin (a mediados de los años cincuenta aproximadamente), en su día también residencia de los dux. De hecho, este palacio, tan distinto a los modernos casinos americanos repletos de luces, sigue siendo el más antiguo del mundo y también el más bonito.
El casino de spa
La ciudad de Spa, ubicada en territorio belga, se ha hecho tan famosa e icónica que el término «Spa» se utiliza hoy en día como sinónimo de balneario. Hasta la fecha continúa siendo un lugar muy popular no solo por el circuito del Gran Premio de Fórmula 1 que lleva su nombre, sino también porque, gracias a su belleza natural y arquitectónica, ha sido declarada Patrimonio Mundial por la Unesco.
En cambio, en la antigüedad era un lugar de encuentro para algunas de las figuras más importantes de la nobleza europea y de la élite cultural de la época. Tanto era así que en esta ciudad se han hospedado poetas tan eminentes como Victor Hugo, personajes históricos como el zar Pedro de la dinastía Románov e, incluso, personalidades emblemáticas como Giacomo Casanova.
Es por todo ello que ya en 1762 se eligió como sede para albergar un salón de juego y de baile. Una tarea que no resultaría fácil y que llevó a sus artífices, Lambert Xhrouet y Gérard de Leau, a enfrentarse a miles de vicisitudes antes de lograr construir «La Redoute» (gracias a que finalmente intervino el principado episcopal).
El Casino de Spa sufrió más tarde una serie de altibajos debido a la Revolución de Lieja y al incendio de 1807 bajo el imperio napoleónico, pero también a causa de las continuas prohibiciones de la práctica del juego a finales del siglo XIX y principios del XX.
A pesar de todo, este casino sigue siendo un lugar muy importante del que proceden algunos de los mejores crupieres del mundo.
El casino de baden-baden
Nos trasladamos a Alemania, en concreto a la ciudad-balneario de Baden-Baden, muy cerca de la frontera con Francia y de la ciudad de Estrasburgo. Fue en esta ciudad donde, en la primera década del siglo XIX (alrededor del 1810), se construyó uno de los casinos más antiguos del Viejo Continente.
Durante la Edad Media, esta pequeña ciudad comenzó a expandirse hasta convertirse, a finales del siglo XVIII, en un cruce de caminos muy importante en el que Napoleón y sus aliados (sobre todo Karl Friedrich) se encontraban a menudo. Al acabar las guerras napoleónicas, casi todas las posadas y albergues de la zona contaban con un salón dedicado a los juegos de azar, algunos más legales que otros.
Para evitar perder el control de la situación, las autoridades locales decidieron abrir una única casa de juego en la que se podría garantizar la seguridad de los clientes y en la que, además, podrían controlar los ingresos.
Desde aquel entonces, en este casino, se fueron sucediendo diferentes momentos arquitectónicos: desde la huella más antigua de los primeros trabajos desarrollados por Friedrich a los proyectos sucesivos de estilo más romano de la nueva Conversationshaus, pasando por el carácter y la decoración de estilo bohemio, obra de Charles Sechan de mediados del siglo XIX, y la proyección de la Weinbrennersaal del Kurhaus, en 1824, que es la parte más antigua que todavía se conserva.
El casino de Montecarlo
Aunque nos encontramos en plena era de los casinos online, el Casino de Montecarlo sigue siendo uno de los más prestigiosos del mundo. Este casino se remonta a un pasado lejano y ha sido testigo de muchas de las mayores anécdotas del mundo del juego a lo largo de la historia.
Después de que el príncipe Florestán I de Mónaco legalizase el juego en 1854, se construyó el primer casino muy cerca del puerto, cruce de muchísimos caminos. Sin embargo, unos años más tarde, en 1858, se empezó a construir el actual casino en un nuevo barrio creado para la ocasión y bautizado, precisamente, como Montecarlo.
Desde aquel momento, esta maravilla ha sido lugar de encuentro de las figuras más importantes del mundo de la cultura, la política, el deporte y el espectáculo, así como, por supuesto, de jugadores de alto nivel, atraídos no solo por su creciente reputación (impulsada por su aparición en películas e historias que lo han convertido en un verdadero ícono del juego), sino sobre todo por las enormes sumas de dinero que se manejaban en las mesas (y fuera de ellas).