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Kirk Kerkorian: el Magnate de Las Vegas

16 mayo 2024

En la época en que nació Kirk Kerkorian, en 1917, la ciudad de Las Vegas era poco más que un centro de tránsito de productos mineros y nuevos ciudadanos que se dirigían a California.

El verdadero crecimiento de la ciudad del juego por excelencia no llegó hasta los años 30, con la construcción de la presa Hoover y, más tarde, con el final de la Guerra Fría.

Sin embargo, lo que dio el impulso definitivo al desarrollo de la capital del juego fue este empresario armenio, del que quizá no todo el mundo haya oído hablar, pero que resultó determinante en la construcción de la ciudad tal y como la conocemos hoy. Vamos a conocerlo mejor juntos.

¿Quién es Kirk Kerkorian?

Kirk Kerkorian representa en muchos sentidos lo que es el auténtico «sueño americano». Nacido en el seno de una familia pobre de inmigrantes armenios, pasó su adolescencia en la calle sin ninguna cualificación y haciendo malabares con trabajos ocasionales y algunos combates en el ring (nunca como profesional, pero con un balance de 29 victorias en 33 peleas).

El punto de inflexión en su vida llegó cerca de la Segunda Guerra Mundial, cuando el joven Kirk, para evitar las trincheras de infantería, decidió sacarse la licencia de vuelo y convertirse en piloto de avión. Una elección que resultó útil no solo en tiempos de guerra, sino también en los años siguientes.

Entre los soldados de la Royal Air Force, fue el único que, junto con su compañero de cabina John Wooldridge, aceptó pilotar bombarderos Mosquito de Canadá a Escocia por la ruta más rápida y sin escalas, es decir, desde Islandia. Una ruta más corta pero también mucho más peligrosa, que sin embargo Kirk realiza de la mejor manera posible, llevando a su destino alrededor de 33 aviones sin un solo accidente.

Y así es como, gracias a la buena comisión de esos vuelos, tras la guerra Kirk consigue los fondos necesarios para comprar su propio Cessna, además de utilizar sus contactos militares para comprar aviones viejos, reacondicionarlos y luego revenderlos.

Un negocio que solo fue el principio de su primera gran adquisición, la de una compañía de vuelos chárter (Los Angeles Air Service) que más tarde tomaría el nombre de Trans International Airline y que luego revendería en 1968, llevándose a casa más de cien millones de dólares.

Las buenas noches de Las Vegas

Antes de esa venta, sin embargo, Kirk no fue solo un exitoso hombre de negocios, sino también un jugador empedernido. Tanto es así que hasta los años 50 hay numerosas anécdotas en las que es protagonista en las mesas de Las Vegas, a menudo con los mismos clientes ricos de sus vuelos privados.

Como las noches pasadas con Jerry Williams (un acaudalado comerciante de acero) en las que casi acaban en las mesas de dados, para acabar llevándose más de medio millón de dólares en una sola noche. Pero no era raro que el empresario saliera de los casinos de Sin City con los bolsillos vacíos. Siempre y al menos con una sonrisa, porque como él mismo dijo en repetidas ocasiones, los mejores momentos de su vida fueron precisamente los que pasó jugando en Las Vegas.

De jugador a magnate de Las Vegas

Pero Kirk Kerkorian no era de los que se dejaban llevar demasiado por sus pasiones sin pensar también en cómo invertir en ese mundo del juego al que estaba tan apegado. De hecho, antes que nadie, se había dado cuenta del infinito potencial de aquel lugar, hasta el punto de invertir casi un millón de dólares en 1962 para comprar 32 hectáreas de terreno en Las Vegas frente al Casino Flamingo, que era el hotel más de moda en aquella época.

Ese terreno se convertiría más tarde nada menos que en Las Vegas Strip, y sólo unos años después se lo arrendó a Jay Sarno, que poco después construiría en él el Ceasars Palace.

Pero fue apenas el principio, porque Kirk compró más tarde más acres de terreno allí y siguió construyendo y adquiriendo casinos que tuvieron una gran repercusión en el crecimiento de aquellos años: el International Hotel, a finales de los 60, fue el más grande del mundo para la época (más de 1. 500 habitaciones), el MGM Grand Hotel (en 1980 y posteriormente reconstruido tras un gran incendio), el Desert Inn Hotel (en 1988), el Dunes Hotel en 1993, que posteriormente fue demolido para dar paso a uno de los hoteles más emblemáticos y conocidos de Las Vegas, el Bellagio.

No obstante, las inversiones de Kirk Kerkorian en casinos son innumerables (especialmente con la asociación con MGM, incluido el Grand Adventure Park) y no se limitan a Las Vegas.

A lo largo de los años, los proyectos en el extranjero también llegaron al Reino Unido (especialmente en el mundo online), así como a Sudáfrica (a finales de los 90, con la liberalización del juego) y, por supuesto, a Asia (con el MGM de Macao, por ejemplo).

Pero el gran avance se produjo sin duda a principios de la década de 2000, cuando el acuerdo con Steve Wynn (por la disparatada suma de unos 4.500 millones de dólares más otros dos para cubrir deudas), dio origen al coloso MGM Mirage.

De la casi quiebra a una nueva luz

Empresario de gran éxito entonces, pero no inmune a fracasos colosales que casi arruinan su carrera. De hecho, a principios de los años setenta, se encontró al borde del abismo cuando, para devolver los intereses de algunos préstamos, se vio obligado a vender parte de sus acciones con descuento (ganando apenas 16 millones de dólares por una participación que tiempo antes se había valorado en unos 180 millones) y posesiones personales como su casa de Las Vegas, su avión privado y su barco.

No obstante, en ese mismo periodo también comenzó su ascenso en MGM, que dividió en dos vertientes: una dedicada a los hoteles y casinos de lujo, y otra al entretenimiento, que, sin embargo, tuvo una historia turbulenta, ya que la productora cinematográfica fue vendida varias veces y recomprada por el propio Kerkorian (que en los distintos traspasos por sumas superiores a los 1.300 millones consiguió, no obstante, amasar una fortuna) hasta su venta final en 2004 a un grupo liderado por Sony.

Una vida temeraria

Kirk Kerkorian vivió hasta la avanzada edad de 98 años, terminando sus días en Los Ángeles en 2015.

Su mayor fortuna acumulada le elevó a la 31ª posición entre los hombres más ricos del mundo (era 2007 y según Forbes ascendía a unos 15.000 millones de dólares, aunque probablemente fuera mucho más).

Autor de ingeniosas inversiones que se adelantaron a su tiempo, así como de colosales fracasos (que, sin embargo, muy a menudo logró revertir de nuevo a su favor con el paso del tiempo). Una figura que ha permanecido más bien ambigua, rehuyendo el brillo y el resplandor de los círculos rutilantes, además de ser lo bastante filántropo como para donar cientos de millones (algunos dicen que hasta mil millones) a diversas organizaciones benéficas.

Pero al mismo tiempo, también fue muy criticado por algunas de sus amistades en círculos de los bajos fondos, así como por sus acciones sin escrúpulos (al menos a nivel empresarial). Y su conmemoración en los Oscar de 2016 no pasó desapercibida, después de que el propio Kerkorian hubiera hundido de hecho todo el negocio de MGM.

En cualquier caso, sin duda un hombre con unas dotes empresariales fuera de lo común, al que evidentemente también le gustaba correr sus propios riesgos. En la vida (con tres matrimonios a sus espaldas) y en el trabajo. Como acostumbraba a hacer después de todo, incluso en las mesas de juego de su querida Las Vegas. Que sin duda también le debe parte de su prestigio y éxito actuales.